sábado, 10 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 11

UNA DE PISTOLAS

Sí, así como suena: ¡una de pistolas! Les cuento la curiosa experiencia vivida un día, en mi trabajo de auditor.

Una persona a quien había conocido - no recuerdo bien en donde - posiblemente en algún curso de formación de auditores, se puso en contacto conmigo en una ocasión. Se trataba de que unos clientes suyos querían auditarse y como me había conocido, me ofrecía el tema. Era una sociedad. Aunque, apenas recordaba a esa persona y la identificaba como economista o abogado, pensé en que podía pasarles un presupuesto. En principio, salvo lo extraño de que una persona poco conocida me ofreciera algo, todo parecía normal.

El día convenido, me acerqué a unas oficinas que él me había indicado, en una calle de mi ciudad. Era media tarde y llegué a un edificio aparentemente de viviendas. No se veían placas ni letreros por ningún lado. Se ve que esta gente no necesita darse a conocer, pensé interiormente mientras subía en el ascensor. Me abrió la puerta la persona que me había llamado. Al ver su cara me di cuenta de que le conocía, pero no recordaba bien de qué. Pasé al interior de un piso en el que no se notaba nada que indicase que era una oficina. Un recibidor, una cocina a la izquierda, un salón y, al fondo, una salita con una amplia mesa camilla. ¡Que raro! seguí pensando. Me llevó ese conocido a esa salita y nos sentamos los dos alrededor de esa mesa camilla. Me explicó que se trataba de auditar una empresa y de que tenía el domicilio social allí, en ese piso. El llevaba la contabilidad y los asuntos fiscales  correspondientes.

Le encontré dubitativo ante mis preguntas, misterioso y evanescente en sus respuestas. Me trajo unos libros de  contabilidad de varios años, perfectamente encuadernados con tapas rojas. Los empecé a ojear y entonces…entró otra persona en la salita. Iba en camisa y con tirantes… Le habló con cierta crudeza a mi conocido y dio diversas órdenes, ignorando mi presencia. Cuando le dijo mi colega quien era yo esbozó un saludo frío y me preguntó si todo iba bien. Le indiqué que todavía no había empezado nada y que sólo estaba tratando de obtener una información previa para pasarle un presupuesto. Me miró con poca atención y, sin casi escucharme, salió, diciéndole a mi acompañante que tenía que estar todo bien y sin problemas.

Mi intuición me puso en alerta. Allí había algo extraño. No sabía lo que era, pero el piso, la mesa camilla, mi conocido que me había llamado, ninguneado y tratado bastante impropiamente, su semblante tenso y sumiso…¡Que raro parecía aquello!... Al momento me sacó de mis pensamientos la entrada, de nuevo, de aquel hombre. Pero ahora llevaba algo tan poco usual como una funda de pistola colgada al hombro y cruzada como había visto mil veces en películas de gansters y de policías. ¿Serán detectives? Pensé. Nuevas órdenes bruscas a mi colega, el contable o lo que fuese allí. Salió el hombre de la sala y por el pasillo ví a otros dos que cruzaban lentamente, hablando entre ellos. Pero para mi mayor sorpresa, uno de ellos llevaba una pistola en la mano y la iba manipulando mientras caminaba.

Llegado aquí debo indicar que estoy tan sobrio ahora como aquella tarde. No veía visiones. Aquel hombre llevaba un arma en la mano y se la colocó en su funda, también colgada del hombro. Mi amigo, bueno mi colega más bien, siguió hablando sobre gastos, ingresos y no se que más. Pero yo ya no pude seguir oyendo sus palabras. Tan sólo comencé a vigilar y observar los pasos de los otros habitantes de la casa que iban y venían hablando entre ellos y que en un par de ocasiones entraron en la salita a recoger cosas de un armario.. Y mi mente empezó a procesar datos.

El que había entrado dos veces parecía el jefe de aquel tinglado. Los otros eran subordinados y mi colega, el contable totalmente sumiso al jefe. ¿A qué se dedicarían? Me asaltó en mis pensamientos esta duda. Pero la visión del jefe, perfectamente trajeado y con corbata, acompañado de otro hombre que sin duda llevaría bien colocada otra pistola en su costado fue ya definitiva. Mientras mi colega preguntaba no se qué cosa sobre el precio de la auditoria y hablaba de contabilidad, yo ya lo tenía claro. ¡Aquello podía ser una banda!¡ O cualquier otra cosa similar! Entendí el cúmulo de extrañas sensaciones que había notado, desde que entré allí, en aquel piso. Nada era normal. Todo era raro. Y mi colega, tembloroso y con cara de tener úlcera de estómago era la prueba más palpable. Se me pasó por la cabeza hacerle unas preguntas al respecto, pero mi mente me gritó si estaba loco. ¿Y si tenía problemas para salir de allí o me lo impedía aquella gente? Había que salir lo antes posible y a la carrera. Aquella gente iba a abandonar la casa y armados. Sabe Dios por qué y para qué. Pero ese no era mi problema. Corté la conversación de mi acompañante y le dije que me tenía que ir a toda pastilla porque había quedado con otro cliente y era ya tarde. Actué con brusquedad y celeridad.

-         Ya os mandaré un presupuesto – le dije mientras bajaba las escaleras de dos en dos.

-         Pero si no te he dicho mi dirección – le oí gritar desde el piso cuando yo alcanzaba la puerta de la calle.

Fue lo último que oí y que supe de aquel asunto. Naturalmente olvidé todo tan pronto pisé la calle, mientras me lamentaba una y mil veces de haber escuchado a aquel hombre y de haber perdido tan miserablemente la tarde allí, en aquella casa…¡plagada de pistolas y pistoleros!