sábado, 10 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 14

COMIDA DE AUDITORES: LA HISTORIA DE LA COMPRA DE LA VACA

Hace pocos años formaba parte del Consejo Directivo de los economistas auditores españoles. Durante bastantes años viajaba periódicamente a Madrid para acudir a las reuniones  mensuales que solíamos tener. También lo hacía para otras finalidades tales como congresos, seminarios, impartir cursos, procesos electorales y otras diversas cuestiones. En una de esas ocasiones estábamos metidos en una fuerte batalla electoral, entre dos candidaturas, para ese Consejo Directivo. Las negociaciones se sucedían en busca de acuerdos. Ambas partes, la de las grandes multinacionales por un lado, y la de los auditores pequeños, por otra, batallábamos duramente. Yo me alineaba en aquellos momentos con el grupo de los medianos y pequeños auditores. Un día fuimos invitados a una comida por parte de los representantes de las grandes firmas en un conocido restaurante madrileño, con el fin de tratar de llegar a unos acuerdos. Y allí, al margen de los temas electorales y profesionales, sucedió lo que cuento a continuación.

La comida transcurrió en un ambiente casi fraternal, al margen de los diversos temas polémicos en que estábamos envueltos y enfrentados. Al final, a la hora de los postres, salieron a relucir esas divergencias y las propuestas que nos hacían. Debatimos largo rato sin llegar a acuerdo alguno. Las cosas estaban duras por ambas partes y nadie quería ceder en sus posturas. En un momento de la discusión y a una pregunta que no recuerdo, dije:

-         Si… pero esto es como en mi tierra gallega. Amiguiños si, pero a vaquiña po lo que vale (Amigos sí, pero la vaca por su precio, por lo que vale).

El representante de una de las firmas multinacionales me pidió que aclarase eso. Le dije que se trataba de una historia o cuento gallego muy conocido. Insistió y pensé en narrarlo en gallego porque refleja mejor la situación, pero consideré que traducida la entenderían mejor. La historia era ésta:

Era una feria de ganados. Una de tantas que se celebraban por toda la geografía gallega. Allí, entre vacas y bueyes, cerdos y gallinas, un hombre estaba junto a una vaca no excesivamente bien dotada. Estaba atada a unos postes. Mientras tanto, la gente, brujuleaba alrededor, con idas y venidas de compradores y vendedores. Cerca, en unos puestos se preparaba un buen pulpo a feira, al más puro estilo del país. Otro hombre, con boina calada y robusto paraguas negro, colgado al cuello por detrás, se acerca y mira la vaca.

-         ¡Que barbaridad…que ejemplar…- dice al poco sin mirar al otro-  ésta no da leche ni para un desayuno… Y es paticoja….

El otro, el vendedor, ni se inmuta. Ni lo mira. Ni hace caso. El recién llegado prosigue su perorata, dando una vuelta despacio alrededor del animal.  

-  Nunca vi cosa igual…No la compraría por nada del mundo. Tiene las orejas cortas y el rabo demasiado largo…. Huuummm   mala señal. No da leche…

El vendedor sigue impasible, en su tarea de afilar un palo de madera con una navaja. Ni mira al otro. Y éste, sabiendo de sobra que la vaca es del que afilaba el palo, se hace el ignorante.

-         ¿De quien será este animal? Hasta la vaca más vieja de mi cuadra es mejor que ésta. ¿Cuántos años tendrá? …Pufff…ni se sabe ya….¿No cree? –dice dirigiéndose, por fin al  vendedor, pero sin tratarlo como tal.

-         Bueno…. Yo no la veo tan vieja. Y tiene unas buenas ubres para dar leche….- contesta sin inmutarse mucho y sin interrumpir la faena de afilar el palo.

El recién llegado continúa, diciendo desinteresadamente:

-         Bueno…van a ser las doce. Hay que ir a comer. Hasta luego

Y con parsimonia, comienza a alejarse del lugar sin mirar atrás. El vendedor, le mira entonces y como ya ha reconocido el interés real del otro por su vaca, pasa al contraataque.

-         Hay gente que no entiende de vacas…ni de bueyes… ni de conejos…

Ante esta andanada, el que se iba, regresa con lentitud y vuelve junto a la vaca.

-         De conejos no se…pero de vacas entiendo de carallo…. Esta vaca da poca leche y está medio coja. ¿No ve como cae de un lado al mover el rabo para espantar las moscas? Cuando una vaca hace eso…está coja, come mal y no da leche. Además,  me da que tiene un montón de años.

El otro, que ha vuelto a lo del palo, contesta lacónicamente, sin entrar al trapo.

-         ¡Se cadra!

Esta expresión gallega (¡si cuadra!), sumamente utilizada, sobre todo en el mundo rural, sirve para todo. Para afirmar y para negar, para ir y para venir….para decir o no decir nada…

-         Mire – dice el potencial comprador dando un escueto paso adelante- ¿Quién será el dueño del animal? Me gustaría… sólo por curiosidad… saber cuanto piden por ella. Estoy seguro de que el triple de lo que vale…

-         Pues mire usted…creo que sobre mil duros…

El otro finge un ataque de risa y suelta sonoras carcajadas moviendo la cabeza parsimoniosamente.

-         ¿Mil duros? No vale ni 300… ¡coja, vieja y sin leche! 

-         Bueno, yo creo que si los vale y aun es barata. Vendí una la semana pasada, igualita que ésta, por 2.000 duros – remacha el vendedor que inicia un alejamiento paulatino del otro, distrayendo su mirada hacia un grupo de ganado porcino del puesto colindante.

-         ¡Buenos jamones darán estos cerdos! – expresa mostrando su total indiferencia hacia el ojeador de su vaca.

Éste, se ve sorprendido por el gesto del vendedor y piensa que peligra una posible buena operación de compra. Se acerca y le dice:

-         Si…¡oh!... son unos buenos cerdos. No como la vaca esa. ¿No será suya, verdad?

Ha lanzado un ataque por un flanco para recuperar posiciones. El otro regresa junto a  su animal, acaricia su cabeza, mientras suelta:

-         Por 2.000 duros no la vendería. Es la mejor de mi cuadra. Pero hay que vivir.

-         Está loco…. Ni 500 duros vale. Le digo que no tiene leche.

-         ¿Y las ubres?

-         No ve que son de vaca vieja. Tuvo leche pero ahora no. Bueno…daría como mucho y por no dar vueltas  500 duros.

-         No diga tonterias. ¡1.000 duros!

-         Nada…no la compro. Pero ¿vamos a tomar un pulpo que ya es hora?- concluye el posible comprador dirigiéndose hacia el puesto cercano.

-         Vamos… eso no se puede rechazar…

Los dos hombres caminan hacia el puesto del pulpo, sin hablarse, como extraños. Toman unas tazas de ribeiro y una ración de un excelente pulpo de feria. A su alrededor el bullicio de otros que andan a lo mismo. De vez en cuando, cruzan unas palabras. Unas sobre la lluvia y el frío. Otras sobre la cantidad de gente que hay. Algunas sobre las excelencias del pulpo. De la vaca nada. En forma desinteresada…sin la menor apariencia de entusiasmo. Al fin, regresan junto a la vaca.

-         Le daría 600 duros- ofrece el que quiere comprar

-         ¡Amiguiños si, pero a vaquiña po lo que vale! Así que ¡900 duros y le estoy rebajando!

-         Van 700 duros y pierdo dinero. Me convenció por el pulpo.

-         Y a mi me parece que usted es de fiar. Vale por 800 duros.

Y así, tras tiras y aflojas sucesivos, cruce de opiniones interesadas sobre la vaca, idas y venidas, amagos de abandono de la operación. Al cabo de un rato camina hacia la salida de la feria, el bueno del comprador. Va contento porque la ha conseguido por 750 duros y cree que ha ganado en la operación. Mientras, el vendedor regresa a su pueblo con los  750 duros, tras lograr un buen acuerdo. La vaca ya no daba mucha leche y le hacía falta el dinero.

No hicieron falta más palabras y la comida terminó dando paso a continuar negociando, mientras caminábamos por los jardines del restaurante. El resto ya no interesa ahora ante el cuento de la vaca. Es intrascendente e historia pasada.