sábado, 10 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 1

EL NOMBRECITO DE LA AUDITORÍA

Siempre me llamó la atención el nombre de esta profesión: auditoria. Reconozco que me costó asimilarla y hacerme con su esencia. En especial, antes de ser auditor. El médico, el abogado, el economista o el biólogo, por poner cuatro casos, tienen una profesión con un nombre acorde con ella. Pero ¿y nosotros?.

En mis años mozos, quizá por mi época militar, conocía eso de Coronel Auditor. Pero se trataba de personajes del Ejército, cuya tarea estaba ligada a la Justicia Militar, algo así como jueces o fiscales militares. También conocía esa otra actividad de Auditores de la Rota. Ésta en el ámbito eclesiástico, también ligada a los tribunales de la Iglesia Católica. Por tanto, auditoria me traía siempre el recuerdo de estas profesiones o categorías de la milicia o de la Iglesia.

Entonces ¿a qué viene eso de auditoria y auditores? ¿De donde habrá salido? Cuando me dispuse a hacer mi primer curso de auditoria, allá por los años ochenta, una vez decidido a iniciar una nueva actividad profesional y antes de su actual regulación en España, me topé con un curso a distancia. Era atractivo ya que se publicitaba y presentaba como un curso con grabaciones de todas las clases presenciales, aparte del correspondiente material impreso. Me interesó ya que parecía ser como asistir directamente a las sesiones presenciales que se daban en Madrid, en la sede de un determinado Centro de Estudios. Pues bien, en la primera de aquellas clases grabadas, el ponente o profesor se largó una extensa disquisición sobre eso de la auditoria y su nombre. Recuerdo que contaba, con gracia, que la palabra era algo así como oidor o escuchador. Es decir que auditor está ligado a audio. Se trata por tanto de la persona que oye o que escucha. Sus chistecillos fáciles sobre esta interpretación eran reídos largamente por los asistentes y esto lo escuchaba yo en mi casette. La primera clase transcurrió repleta de risas colectivas. Pronto comprobé que la maldita grabación de las clases era tan perfecta que oía más el ruido de los asistentes y sus cuchicheos que las voces de los profesores. Las guardé pronto en un armario y me quedé con el papel impreso.

Pero siempre he recordado eso de la persona que oye o escucha. O sea, que el auditor es alguien que escucha. Así se comprende bien lo de Coronel Auditor y Auditor de la Rota, ya que ambos escuchan  lo que dicen quienes están siendo sometidos a un juicio militar o los que actúan dentro del Derecho Canónico. Pero entonces ¿por qué se nos llama auditores? ¿Qué tiene que ver nuestra profesión con el oído?

Y aquí viene mi experiencia. Pero antes debo remitirme a otra cuestión: la de los Censores Jurados de Cuentas. También esta denominación se las trae. Cuando hice mi juramento como censor pasé a integrarme en el Instituto de Censores Jurados de Cuentas de España. Casi nada. Ésta era otra forma de denominar al auditor, nacida bastantes años antes en España, antes de la actual regulación de la profesión. No se les llamó auditores sino censores. Pero esto si tiene explicación en base a la antigua Ley de Sociedades Anónimas que establecía la figura de los censores de cuentas. Era la forma de denominar a unos socios que la asamblea elegía para revisar las cuentas presentadas por los Administradores y dar fe de que eran correctas. Censor equivalía aquí a revisor. Entiendo, por tanto, que al crear el Instituto antes citado se trataba de dar vida a unos censores profesionales, externos a la sociedad, que revisarían las cuentas de la misma. Y, posiblemente por influencia de la época, en plenos años del franquismo, le pusieron la palabra jurado, para indicar así que se trataba de personas que habían hecho un juramento de cara a la ética y honestidad en su trabajo. Pero hacían auditoria y eran auditores, aunque no se llamasen así.

Volviendo a mi experiencia personal, un auditor, si realiza bien su trabajo, tiene que escuchar bastante. Debe de hablar con personas de la organización a la que está auditando, preguntando y escuchando. Hablará con el gerente, con el Jefe o Responsable máximo de la Administración o las áreas económicas y financieras. Y, con toda seguridad, lo hará con el contable o contables de la empresa. También, con el responsable de los almacenes. Posiblemente, con otros empleados más de la entidad auditada. Y en esas entrevistas con toda seguridad… ¡oirá y escuchará!

Ahí está la respuesta al interrogante inicial. El auditor oye y escucha. Como el Coronel Auditor y el Auditor de la Rota. ¡Casi nada…! Quien le dio el nombre a esta profesión, fuese en España o, más probablemente en el mundo anglosajón, se quedó calvo, como decimos en  mi país para designar aquellos casos en que alguien discurrió mucho para poca cosa. O sea que yo soy un oidor y un escuchador…Las cuentas anuales y toda su parafernalia quedan en segundo plano y se engloban en eso de auditor de cuentas. Y, a partir de ahí, nos han salido una serie de hijos bastante irreconocibles. Es el caso de auditores de sistemas, de la calidad, internos o informáticos, por poner unos ejemplos. La familia se extiende cada vez más y tiende ya al infinito: auditores de animales, de minerales, de agencias de viajes, de lo que sea… Pero, se me plantea ahora una duda ¿Y todos estos, qué oyen y qué escuchan?