sábado, 10 de septiembre de 2011

CAPÍTULO 5

LAS MATRÍCULAS DE LOS CAMIONES

Me sucedió otro día al auditar por primera vez una empresa. Era del sector de la alimentación y disponía de una flota de reparto de sus mercancías formada por 30 camiones y furgonetas. Así pues, llegado el día en que me encontraba revisando el Inmovilizado Material, ocurrió lo que paso a narrar.

Entre las diversas pruebas a realizar sobre ese Inmovilizado, trataba de verificar si la flotilla de vehículos estaba correctamente contabilizada, existía y era propiedad de la sociedad, aparte de tener sus seguros en regla. Tuve, por tanto que solicitar toda la documentación pertinente y, con un listado de matrículas y la documentación de propiedad y de seguro de todos los vehículos en la mano, salí a una explanada exterior anexa a las instalaciones de la empresa. Iba solo. Y comencé a pasar junto a cada vehículo para ir casando toda la documentación.

Al cabo de un rato, terminado mi recorrido, me encontré con que me sobraba una documentación y me faltaba la de uno de los vehículos que había revisado. Como el caso me extrañó y por si acaso me había equivocado, repetí la operación, haciendo el recorrido a la inversa que antes, procurando ir más despacio. Al terminar, obtuve idéntico resultado: me sobraba la documentación de un vehículo y me faltaba la de otro.

-         Se debe tratar de un error de quien me ha preparado la documentación. No lo entiendo, pero voy  a verlo de nuevo- me dije en voz baja.

Subí a las oficinas y conté lo ocurrido a mi interlocutor en el tema.

-         De ningún modo, te has debido equivocar- me dijo de inmediato y con seguridad- Te he dado 30 documentaciones encarpetadas que corresponden a los camiones que tenemos.

-         Está bien… volveré a revisarlo de nuevo-le contesté pensando en que aquello me estaba llevando ya demasiado tiempo.

Salí de nuevo a la explanada y bajo el sol de la mañana, ya avanzada, comencé a revisar vehículos y documentaciones. Al terminar idéntico resultado. Empecé a experimentar una mezcla de hastío y de enfado hacia aquel hombre de la empresa que, tan cargado de razón, aseguraba que me había equivocado posiblemente. Pero, decidí hacer un último recuento, al tiempo que hacía un dibujo en una hoja de papel. Dibujé 30 pequeños rectángulos –uno por vehículo- y fui poniéndole la matrícula que le correspondía, conforme pasaba ante él. Eso si, sin fijarme mucho en ello, en esta ocasión fui por la parte de atrás de los vehículos. Al terminar, me encontré con un resultado sorprendente. Ahora no me sobraba ni me faltaba ninguno.

-         Pero c….-solté en voz alta- ¿cómo puede ser esto? Es imposible que me haya equivocado antes tres veces. Pero se ve que sí me equivoqué… Comprobemos de nuevo.


Nuevamente, volví a pasar ahora por delante de los coches, escribiendo en aquel papel su matrícula, conforme las iba leyendo. Y al final…mi sorpresa fue mayúscula. Uno de los vehículos, dibujado en el papel, tenía dos matrículas diferentes asignadas en las dos pasadas últimas que acababa de hacer. No entendía nada y el error no cabía, ya que se trataba de dos matrículas radicalmente diferentes, con números y letras no coincidentes en nada.

No tenía explicación alguna y comencé a pensar que alguien se podía estar divirtiendo a mi costa, Alguien que sacaba sigilosamente un vehículo, mientras revisaba los otros, y ponía otro en su lugar. Me pareció una explicación realmente inverosímil. Pero… algo estaba pasando y yo no había bebido ni una copa. Más bien, comenzaba a notar el hambre al acercarse el mediodía.

-         Bueno - me dije- si el vehículo que hace el número 16 de mi lista marca en mi papel dos matrículas diferentes, salgamos de duda.

Me dirigí sin detenerme a ese vehículo y anoté la matricula de su parte anterior: 4589BBH y por su parte posterior 5976CLJ (números ahora supuestos, obviamente). Estaba claro, me froté los ojos y volví a mirar las placas. No había duda: eran diferentes. Miré si estaban bien fijas o si había otra por debajo, pero nada de eso. Estaban perfectamente sujetas. Presa ya de un ansia de detective, intrigado, decidí continuar ahondando en aquello. Discurría para mi:

-         Pero, ¿cómo puede tener un coche matrículas diferentes por delante y por detrás? ¿Cómo no se había enterado el chofer? ¿Lo sabría y le daría lo mismo? ¿Y los de la Guardia Civil de Tráfico? Aquel vehículo tenía ya seis años de antigüedad en la empresa ¿nunca lo habrían parado ni puesto ninguna multa? ¡Aquí debe de haber gato encerrado!

Así que una vez descubierto aquel enigma, volví a ver a mi interlocutor, requiriendo, además, la llamada del Jefe de Administración. Les dije que vinieran a la explanada y, una vez allí y bajo su mirada  entre socarrona y molesta, les hice revisar las matrículas de tres coches de la fila. Uno de ellos el de las placas diferentes. En un primer momento no se percataron del tema, pero yo les esperaba expectante y sin quitar mi vista de sus caras.

-         Miradlo bien por favor. Hay algo raro –le dije  sin más aclaraciones.

Y entonces vieron lo mismo que yo había visto.  Una amplia sonrisa se dibujó en mi cara, mientras miraban los dos, llenos de asombro, una y otra vez las matrículas de aquel vehículo que hacía el número 16 de la fila. Al cabo de unos minutos de idas y venidas y de intercambio de palabras entre ellos, se rindieron. Estaba claro que aquel camión circulaba con placas diferentes por delante y por la parte trasera. Totalmente distintas.

-         ¿Y ahora qué? – les expecté percatándome de que había pasado casi toda la mañana en aquella estúpida operación, siempre rutinaria, de revisión de vehículos en aquella primera auditoria.

No supieron que contestar. Se verificó que el coche había tenido un par de multas en carretera por exceso de velocidad y que, según el chofer, le habían parado alguna vez más los de la Guardia Civil de Tráfico. Las matrículas, decía el conductor,  debían de haber venido así del concesionario cuando se compró aquel camión. Pero nunca se había percatado nadie, ni siquiera él mismo, del insólito hecho de circular con dos matrículas diferentes por las calles de la ciudad y por las carreteras próximas.

Realmente, he pensado desde entonces, ¡qué cosas puede llegar a detectar un auditor! ¡Hasta lo más insólito!